Nada (8): Oriol.

Estaba cansado.

Llegó a casa sin muchas ganas de nada. Apenas tenía espíritu ni para prepararse algo de comer.

Llevaba días durmiendo mal. Su cabeza no podía parar. No era nada, y lo era todo. Era la vida, el trabajo, las ilusiones marchitas, su soledad.

Hoy pesaba su soledad. Le hundían los hombros. O quizás le pesara la vida.

Alargó el brazo y se acercó el portátil, que estaba en el sofá, en dónde lo tiró la noche anterior. Mientras esperaba a que se iniciara, encendió un cigarro. Se perdió un rato en las volutas de humo, escalando poco a poco en su camino al techo. En otros tiempos, eso le inspiraba. Las formas caprichosas del humo le hacían soñar con imposibles que en un momento se convertían en posibles. Ahora nada más era humo subiendo, sin alma, como el cigarrillo, como él mismo.

Abrió el correo. Sin pensarlo, dio a la carpeta de Marcos. Y empezó a releer su correspondencia con él.

¿Cómo pudo escribir esas cosas? Todo le parecía palabras llenas de deseo, de… palabras ridículas que solo indicaban el deseo, la necesidad que sentía por él. Las ganas de agradar que tenía, su necesidad de él. ¿Cómo pudo pensar siquiera durante 2 minutos que esa historia pudiera ser posible?

Manejó el ratón con soltura para abrir el messenger, como si le fuera la vida en ello. Buscó a Marcos en sus contactos, y abrió el historial. Y leyó. Y sonreía cuando él hablaba, y… «¿cómo pudo decir esas gilipolleces?», pensaba cuando llegaba a sus respuestas.

– Soy patético

Se sorprendió de escuchar su voz.

– Patético – repitió en voz todavía más alta.

– Eres patético, Oriol – casi gritó esta vez.

Vio su reflejo en la pantalla del ordenador, y le entraron ganas de llorar.

Se sobresaltó al notar que el cigarrillo se había consumido en sus dedos, y le quemaba la piel. Lo apagó con furia en el cenicero.

Hizo amago de borrar la carpeta de Marcos. Pero en su fuero interno quedaba un pequeño rescoldo de esperanza, de que eso pudiera ser algún día posible. Y si la borraba, quizás eliminaría también ese pequeño resquicio por donde se colaba una pequeña viruta de luz.

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