Nada (7): Andrés.

Llegó a su casa.

Dejó sus cosas en la mesa del hall, como todos los días.

Saludó a su madre, que estaba viendo la tele en el salón. Le preguntó si le ponía algo de cenar. Andrés la miró durante unos segundos, y se fue a su habitación.

Su madre siguió viendo a Jorge Javier en la tele.

Andrés se tiró en la butaca. Puso los pies sobre la cama, y cerró los ojos. No podía quitarse esa opresión en el cuerpo que le había entrado en el autobús. Era como… necesitaba que alguien le abrazara, y respirara sobre su cuello. Y esa necesidad… no sabía como saciarla. Y eso le angustiaba.

Aunque quizás le angustiara saber que nunca había disfrutado de ese abrazo que añora. No lo puede añorar si nunca lo ha sentido, pero… es así. Cierra los ojos,  y percibe perfectamente la sensación de ese abrazo. Y de un beso en su cuello. Y de la respiración del otro.

Coge el portátil, lo enciende.

Mira su correo: nada.

Mira la otra cuenta: nada.

Mira sus perfiles: nada.

El móvil ya lo miró antes de abrir la puerta de casa.

Se mira a sí mismo, en el reflejo de la pantalla:  nada. Porque Andrés no se siente importante para nadie, así que, no existe.

Y eso duele. Vaya que si duele.

Y lo hace en el mismo corazón que Andrés se aprieta ahora, intentando controlar su respiración.

– Andrés te he dicho mil veces que no dejes las cosas en la mesa del Hall – le grita su madre desde el salón.

Andrés no contesta.

Su madre se sienta; ya ha acabado la publicidad.

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Déjate besar y abrazar, todo será mucho más bonito.

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